Ver, como un rasgo perenne en la pupila más allá de los límites del ojo, más allá de
las pruebas y los fines.Percibir en lo oculto
y lo profundo el sí y el no, como una sola pieza. Ver y desnudar las emociones, exponerlas con filtros y sin filtros, hacerlas
trabajar como atributos de todos los talentos y sujetar la duda como una puerta franca al
pensamiento abierto.
Ver implica un desarrollo y un propicio entrenamiento de
consciencia. Encender las hogueras mientras miras y percibir como los vanos de
las quemas son efugios propicios a la
huida, llamas iluminando el trillo, desmantelando la sórdida ceguera y los rituales eternos de soberbia que el
humano egoístamente acopia y usa.
Ver es caminar entre
lo oculto y aceptar con modestia las secuelas como una muestra de eternidad temprana. Y aun
en privación de nuestros ojos, como un Edipo rendido en la memoria anticipada del oráculo, podemos descubrir los acertijos y salvar las duras pruebas, siendo el corazón y las entrañas, más allá de la razón certeras guías hacia lo que somos. Porque siempre habrá verdades y muchos mitos en todas las acciones y en
todas las vivencias.
Ver, también el
esqueleto, es completar el círculo y entrar en los recintos pegajosos de nuestras vanidades. Ver las intenciones y esperar el tiempo, implica el regocijo de mantenerse
adelante sin perder la humildad ni el equilibrio, sin centrarse en dibujar los
superfluos límites que cercan los objetos desvirtuando su esencia. Ver así , sin humos ni vapores, en objetiva y profunda perspectiva ,
es avanzar un paso en nuestra propia lucha.
Porque toda la
cáscara y la carne, y la semilla y los brotes nuevos un día morirán y serán polvo en un plato exquisito de gusanos. Y seremos memoria como un símbolo de lo que fuimos,
solo memoria disuelta entre los signos de las pequeñas historias, memoria de familia, memoria colectiva, memoria de páginas y garabatos de juguetes de felpa y tramas finas, de papeles grabados con repetidas obturaciones
digitales, memoria del destino y el gran libro de la vida,
Y seguirán desgajándose verdades y mentiras, mitos y leyendas sobre
nuestros pasos como ramas nuevas ante los huracanes en las bocas de la
gente, porque pocos pueden ver lo esencial y apreciar el placer de vivir acorde con su esencia.
Y porque ver y ser, solo
en el afán de obtener lo que otros miran, los que otros miran sin ver lo
necesario, es un ligero oteo sobre el valle, sobre la línea fugaz del horizonte
en constante cambio de ilusión creada, es olvidar el sentido de la vida, desdeñando
que, aun en el ocaso y aun mientras sucede la noche más oscura, el sol
como una estrella de fuego luminosa, sigue pariendo su luz en otros lares. Y seremos memoria mientras dure.
Salma Hassan
2014
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Edipo y la esfinge |
Gustave Moreau, 1864,
Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.