Arde el horizonte.
Derramaron sus cuencos los viajeros,
sobre la línea del mar hay fuego griego,
es la guarda del rey, bajo la costa.
Arde,
con sobrada pasión en un instante,
como un adiós perenne,
como un ritual sacro
y perdurable
el demiurgo celeste se disipa…
Y algunos hilos
de su cordón de delirio enardecido,
atados a mi velo y a
mis niños,
vendrán con nosotros.
Y quedará perpetuo,
encubierto,
vivo en los recuerdos
y en los clic de las cámaras fisgonas,
el fuego del ocaso
detenido.
Salma Hassan
noviembre 2013
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