Arde el horizonte.
Derramaron sus cuencos los viajeros,
sobre la línea del mar hay fuego griego,
es la guarda del rey, bajo la costa.
Arde,
con sobrada pasión en un instante,
como un adiós perenne,
como un ritual sacro
y perdurable
el demiurgo celeste se disipa…
Y algunos hilos
de su cordón de delirio enardecido,
atados a mi velo y a
mis niños,
vendrán con nosotros.
Y quedará perpetuo,
encubierto,
vivo en los recuerdos
y en los clic de las cámaras fisgonas,
el fuego del ocaso
detenido.
Salma Hassan
noviembre 2013
derechos reservados
Lindo y delicado poema, dándose en el ocaso.
ResponderEliminarun abrazo.
maite
Gracias Maite, en el instante de un clic, el ocaso inspira.
EliminarUn abrazo
Que belleza de escrito amiga!!
ResponderEliminarImágenes de un ocaso sublime.
Gracias por tanta creación..
Besos
EliminarGracias Norma, así se siente.
un abrazo grande.