El
ritmo acelerado de su pulso,
le
impide apreciar
el fino
calibre
del hilo que la separa de la muerte.
Golpean
su rostro
y sólo el viento es quien la acaricia.
La
violencia se ha hecho parte de su triste vida,
la
lleva adherida a sus sentidos como hiedra al muro;
tanto,
que ya no la distingue
como extraña ni dañina,
que no
la siente destructiva ni le es dolorosa,
sino la
carga como a otro de sus brotes,
sobre
sus caderas, casi sin sentirlos,
en
silencio,
como a sus confusas obligaciones.
Y esos
niños, sus niños, sus retoños,
ya le
son molestia.
Son
riego de incontable bendiciones,
para
quienes pagarían por ellos como mercancía,
y ella los carga sin saber por qué
ni cómo
puede conservarlos casi sin alimento.
Los ama
con un amor extraño, digno de su vida,
con un
amor desposeído, triste y desvirtuado.
Los ama
de la manera en que puedey sabe,
si
entender su rol , y carga
con su herencia de madre.
El
viento acaricia su cintura desnuda y maltratada,
sucia y golpeada
que asoma huellas de dolor.
Envuelta
en su piel,
mustia y gruesa caparazón,
que no
sabe de caricias más que
las del Pampero
filtrado
por las grietas de su rancho,
de lata y cartón,
de madera seca dispuesta a arder
con una chispa de la unánime soledad del asentamiento.
Su camino es dolor, melancolía y queja,
y vive
cada instante de su existencia, atormentada,
amando apenas,
amando
de la única manera que le es posible,
tal y
como la han amado,
con un
amor, seco,
casi pútrido,
solitario,
contaminado con quien sabe cuánto sufrimiento abandonado.
De vez
en cuando dibuja una risa o la compra con dos pitadas en la esquina.
Camina
las noches solitarias buscando recompensas.
Culmina
en brazos extraños, culpándose de todas sus miserias,
y bebe
largas horas para evadir su tristeza.
Sueña
con ser salva.Rescatada por un héroe de grandes alas y capa negra,
mientras
llora por dentro,
con su
conciencia ametrallada por el dolor diario
y su
autoestima demolida.
Carga
la pobreza sobre sus hombros,
y el
trato desigual de una sociedad que la condena a ser
una excluida.
De este
modo ama al mundo:
con la
excusa de que la vida es así:
injusta
y cínica
………………………………………………………..
(Y yo
la observo, desde mi torre de cristal, casi dormida.
Camino
sin percibir su silenciosa vida,
mientras
otros se distraen con espejos de colores
y
ruidosos escaparates de fantasía…)
……………………………………………………….
El
ritmo acelerado de su pulso, me impide apreciar
el fino
calibre de ese hilo que la separa de la muerte.
El
dolor, su dolor se ha hecho carne en ella.
Su
silencio la condena…
Mi
indiferencia, la liquida.
Sandra Gutiérrez
Alvez
(Salma Hassan)
abril de2010
* fotografía de http://www.serhumanos.org/uploads/RTEmagicC_villa_05.jpg.jpg
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